Los primeros cuatro meses de 2019 han estado llenos de anuncios poco sorprendentes sobre la llegada de 5G en lo que sería la versión 15 de los estándares de la 3GPP (Release 15).
El mundo esperaba lo que nuevamente sería un anuncio cosmético pues los países que tomarían el liderazgo en lanzar la nueva tecnología serían parte de los mismos sospechosos de siempre. Podría cambiar el protagonista local, la frecuencia o hasta la forma en que inicialmente se utilice la tecnología, pero como dogma religioso de un texto de Weber, el protagonismo vendría de las naciones del norte.
El primer acto de 2019 sería descalificar los lanzamientos que durante desde mayo de 2018 se hicieron en mercados que van desde Catar a Australia hasta San Marino. Como olvidar que el operador catarí Ooredoo anunciaba en mayo de ese año su red 5G o que unos meses después, en diciembre de 2018, ra Vodafone Catar quien se adjudicaba tener la primera red 5G del país.
Lo interesante de todo lo anterior no es definir quien llegó primero a comercializar una tecnología que ofrecerá a los usuarios altas velocidades, a sectores verticales como el financiero grandes ventajas por su baja latencia y al sector privado infinitas posibilidades de digitalizar todos los aspectos de la vida de un ser humano gracias a que 5G soportará el desarrollo del Internet de las Cosas.
Una mirada hacia adentro de América Latina encontraba ensimismamiento, excusas y continuas explicaciones de por qué es una imposibilidad liderar. Como película repetida, los mismos protagonistas repiten las censuras de siempre a los culpables de turno por ese eterno atraso tecnológico en el que aparentemente estamos condenados a vivir.
Gritos que van desde la acefalia regulatoria hasta acusar de payasos a los representantes de la región en foros internacionales es bastante común. Es que la plata hace milagros al momento en que se redactan los análisis.
Aunque muchas de las criticas parecen acertadas y otras originadas en una amargura existencial que no se puede explicar a ciencia cierta, es claro que hay dos varas para medir lo que suceda en el llamado “sur global” versus lo que suceda en el norte. El escrutinio desafortunadamente no es el mismo, es imposible aceptar que algo pueda funcionar en el sur y ser inoperante en el norte. Ya en su día lo dijo la gran filosofa argentina Mafalda, en el sur estamos de cabeza y por eso se nos caen las ideas: necesario dar vuelta al globo terráqueo para poder mantenerlas y actuar sobre ellas.
De todas formas, golpearnos el pecho y cuestionarnos la propia existencia es deporte nacional de la región. Tal vez haya más tema de conversación cuando el camino se vea negro y solo el alcohol pueda justificar una conversación que con cada trago va resolviendo no sólo los problemas locales sino los nacionales y ya con el fondo de la botella, hasta la paz del mundo.
Mientras eso sucede se sigue ignorando hechos tan importantes como el cambio de paradigma que implica la llegada de 5G y el rol secundario del ser humano en esta tecnología. Tampoco se analiza lo que implica que ya no sean naciones del tradicional norte las que claman liderar con lanzamientos la innovación tecnológica. ¿Acaso la famosa democratización prometida en innumerables foros de tecnología finalmente se esté materializando?
Regresando a América Latina, lo interesante de las imitaciones de la Casandra de la Antigua Grecia es que los pasados 20 años han ido mostrando algo bastante claro sobre el estado de adopción de nuevas tecnologías en la región, su transformación.
Con tan solo saber leer un cuadro estadístico, los expertos del desastre podrían haber identificado como ciertos aspectos relacionados a la renovación de infraestructura y otros identificados con la adopción de nuevos servicios posicionaban a varios mercados de la región entre los líderes mundiales de algunos renglones específicos.
Esto sin contar a los territorios no independientes del Caribe que por años al seguir las políticas de Washington DC o París llegaban a implementar tecnologías como GSM, 2G y 3G antes que las naciones de América Latina.
Sin embargo, lo importante del dato anterior es la cada vez menor diferencia entre los primeros lanzamientos globales de una tecnología y su posterior lanzamiento en América Latina. Simplemente la brecha se fue reduciendo, pasando de seis desde la demora para que arribara en la región 2G y los dos años que tardó 4G. Claro que la queja es más fácil, recoge más apoyo y requiere menos labor de investigación o simple conocimiento.
Ante este entorno es que llega el anuncio de que un operador latinoamericano, de ese pequeño país llamado Uruguay, se ha atrevido a treparse en el podio de los primeros lanzamientos globales de una red que cumple los requisitos del Release 15 del 3GPP y que para exacerbar la blasfemia hace el lanzamiento de 5G fuera de su principal zona urbana, Montevideo, en un bloque de 800 MHz en la frecuencia de 28 GHz.
Como si fuese un partido de fútbol, callados, sin desentonar mucho, en el momento de la verdad apareció Uruguay con un anuncio que desarticula por un lado numerosos análisis de especialistas y por otro manda un mensaje muy claro sobre la utilidad de una frecuencia que en los últimos tiempos ha sido politizada por medio de medias verdades a través de la región.
Y como siempre pasa en el fútbol, los detractores no han tardado en surgir para cuestionar la veracidad de que en América Latina haya una red 5G comercial antes de que haya lanzamientos en las cinco grandes economías europeas, en los países escandinavos o Japón.
Debe ser una mentira, no puede ser cierto, tal vez un artificio de la propaganda, cualquier excusa es buena para encontrar la paz mental y no desafiar prejuicios que el tiempo ha ido desarticulando.
La realidad es que la red no se limita a una sola radiobase en el Departamento de Maldonado e inicialmente brinda (al igual que lo visto en Estados Unidos, Suiza o Corea) servicios inalámbricos fijos, por ejemplo, el Departamento de Colonia también vio el nacimiento de la primera red 5G de América Latina.
Quienes desean justificar el lanzamiento del impacto utilizando como punto de partido el alto nivel de penetración de FTTH que tiene Uruguay están haciendo un favor.
A menos que la cobertura nacional de la red 5G se vaya a efectuar colocando macro-celdas en cada hogar conectado a fibra óptica, lo que debe importar es la capilaridad de estas redes fuera de la principal zona urbana del país, Montevideo y en los departamentos que no cuentan con una alta densidad poblacional como se observa en Canelones, Colonia, Maldonado, San José y Rivera.
¿Cuál es la capilaridad de la fibra óptica en los departamentos del interior del país desde Rocha hasta Artigas y desde Cerro Largo hasta Soriano? Excelente notica contar con 5G pero como lo encajamos en un ecosistema de conectividad donde por un lado se beneficie la población y por otro el Internet de las Cosa comience a tener un impacto en la productividad del país – lo anterior sin olvidarnos de la necesidad de capacitar a las personas porque no sólo de infraestructura y conexión a Internet vive el ser humano.
Sinceramente no dejan de sorprender aquellos que continuamente denuestan el atraso regional, son los primeros en criticar los intentos de dar el salto tecnológico y colocar a la región a la par con países desarrollados. Esto último no implica no estar consciente de las economías de escala y su importancia en impulsar la adopción masiva de nuevos servicios.
En un mundo donde las palabras favoritas de muchos son “digitalización” y “transformación digital” el contar con las tecnologías más avanzadas facilita que este proceso pueda continuar o al menos comenzar pues los elementos técnicos necesarios para su éxito ya están presentes en el mercado.
Queda claro que el lanzamiento de 5G de Uruguay no se va a traducir en miles de nuevos usuarios adoptando esta tecnología de forma inmediata. Esto ocurriría de igual forma en cualquier país de la región que lance cinco durante la infancia de esta tecnología. El lanzamiento en la región debería observarse como caso de ejemplo que muestre las capacidades de esta red en un entorno familiar y cercano. Como realmente se traducen las promesas de los cromos del álbum de cada vendedor y como las empresas pueden de forma viable beneficiarse de los nuevos servicios aun queda por definirse.
Reitero que el lanzamiento de 5G en Uruguay es el primero de varios que estaremos observando en la región en los próximos meses. El paradigma cambió para los servicios de telecomunicaciones y la búsqueda de soluciones a problemáticas locales comienza a darse desde sus inicios a nivel local.
Al final de cuentas, 5G es una herramienta adicional que debe ser utilizada para mejorar la calidad de vida de la población. Mientras esto sucede esperemos que los eternos detractores despierten de su fantasía personal, se olviden de fútiles batallas dialécticas y comiencen a entender el verdadero impacto de un lanzamiento de 5G en América Latina y lo que implica, con sus ventajas y desventajas, innovar al mismo tiempo que en el mal llamado norte.
Por último, no olvidemos que según las definiciones de ese mismo norte, las redes 5G anunciadas durante 2018 realmente no lo son. Mientras que las redes 5G de Corea del Sur y Estados Unidos anunciadas en abril de 2019 si lo son.
Bajo esta misma definición, entonces por menos de 24 horas Uruguay se convierte en el tercer país del mundo en lanzar 5G. El país sudamericano logró superar al primer mercado de Europa en lanzar . esta tecnología móvil, Suiza, quien apenas logró alcanzar un digno cuarto lugar.
Autor: José Felipe Otero